Un césped más natural es también un césped más barato: seis cosas que debes hacer para ahorrar

El césped tradicional tiene un alto coste ambiental. Menos riego, más biodiversidad y decisiones simples pueden hacer que tu jardín sea más sostenible sin renunciar al verde

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Joana Costa

Editor

La postal del jardín perfecto tiene un protagonista claro: el césped. Verde, fresco, homogéneo, siempre cortado a la perfección. Pero ese césped, símbolo de la domesticación de la naturaleza, también arrastra una deuda ecológica. Agua excesiva, pesticidas y horas de mantenimiento para lograr una belleza artificial.

Durante décadas, el césped fue sinónimo de estatus, orden y cuidado. Sin embargo, esa estética viene con costes ocultos. Cada metro cuadrado demanda litros de agua, fertilizantes químicos e incluso combustibles fósiles para el corte. El verde brillante es, a menudo, sinónimo de impacto silencioso, en una era en la que la sostenibilidad es el valor a preservar.

La buena noticia es que la idea de un jardín más ecológico no significa renunciar al césped, sino repensarlo. Existen alternativas, ajustes y decisiones que permiten mantener áreas verdes reduciendo su huella ambiental. Se trata de sumar criterio y naturaleza.

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Flores silvestres, libres

Una de las claves más efectivas es dejar de obsesionarse con la uniformidad. El césped “perfecto” suele excluir biodiversidad. Dejar crecer algunas flores silvestres, permitir pequeñas variaciones y reducir la frecuencia del corte da espacio a insectos beneficiosos.

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Espaciar los riegos

También es fundamental cambiar el enfoque del riego. El césped no necesita estar completamente hidratado todo el tiempo. Un riego profundo pero menos frecuente ayuda a desarrollar raíces más fuertes. El uso de sensores de humedad o programadores inteligentes puede suponer una eficiencia real.

Adaptarse al clima

El tipo de gramínea también importa. Algunas especies nativas o resistentes a la sequía —como la festuca o la grama bahiana— requieren menos agua y menos siegas. Adaptar el césped al clima local, en lugar de forzar condiciones, es una manera sencilla de ser más coherente y responsable. Es decir, la filosofía kilómetro cero adaptada a la jardinería.

Hacerte tu propio compost

Dejar de usar fertilizantes es otro paso crucial. Estos productos, aunque efectivos a corto plazo, alteran los ecosistemas y contaminan aguas subterráneas. El compost natural, el mantillo orgánico o incluso los restos de siega pueden nutrir el suelo de manera equilibrada.

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Dejar crecer un poco

La altura del corte también influye. Cortar demasiado bajo debilita el césped, lo vuelve más vulnerable al calor y favorece la aparición de malas hierbas. Una altura media permite un césped más fuerte, que retiene mejor la humedad y resiste mejor los cambios climáticos y estacionales.

Reducir la cantidad

Por último, una propuesta radical pero efectiva: reducir la superficie de césped. Sustituir algunas zonas por praderas florales, caminos de grava o cubresuelos alternativos no solo aligera el mantenimiento, sino que transforma el jardín en un hábitat más rico y resiliente.

El cambio empieza por una mirada distinta. Tener un césped ecológico no es solo un gesto ambiental, sino también una forma más relajada, económica y sensata de disfrutar del jardín. Porque cuidar la tierra, incluso desde casa, es un acto de inteligencia y respeto.

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